La materia es memoria. El proyecto de Stéphanie Mansy en la Casa de Velázquez parte de esta premisa. El daño causado por el paso del tiempo, las alteraciones y el desgaste nos narran el objeto mismo y su historia.

En España, se embarca en una investigación con el objetivo de rastrear la vida incipiente del papel en Europa, para lo que se interesa tanto por su historia como por lo que, a día de hoy, nos dicen sobre su producción y conservación las reliquias y los fósiles.

El tema de las obras alteradas se aborda de manera singular, superando el marco puramente científico de las cuestiones de conservación y restauración. Stéphanie Mansy se interesa por el soporte vivo, su piel, su ADN, las huellas del tiempo y sus recuerdos enterrados.

En esta investigación eminentemente documental y arqueológica, la artista busca, ante todo, dejarse sorprender. El estado de conservación, las técnicas de restauración, las imágenes frágiles que persisten, la llevan a dirigir la mirada a ese espacio intersticial entre manifestación del pasado y energía del presente.

Concebido como un auténtico laboratorio en movimiento, el proyecto de Stéphanie Mansy parte, en primer lugar, de un corpus inicial recopilado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Museo del Prado y la Casa de Velázquez, que compara con las obras del Museo de Picardía, socio de este proyecto en las fronteras de la investigación y la creación.

A partir de esta exploración, que la llevará de Madrid a Burgos pasando por Valencia, la artista crea una colección dibujada. Una serie de dibujos que, alimentada por este estudio avanzado y guiado por una observación fina y precisa, se concibe como una restitución del contacto de la artista con la obra «fosilizada». Un trabajo de retransmisión que, de manera casi paradójica, participa en la transformación y el borrado de la imagen inicial.

En paralelo, dirige el desarrollo de su trabajo hacia otras formas de experimentación. En concreto, mediante una serie de dibujos a ciegas, para los que toma como único modelo los informes de estado de los restauradores, para dejar que las palabras guíen el dibujo sin haber visto nunca la imagen de partida. Por último, a través de un proyecto editorial innovador, Stéphanie Mansy compara su corpus documental con las reacciones que genera en quienes lo miran. Mediante la confrontación de los puntos de vista con la obra original, construye un atlas silencioso y delicado que, una vez más, contribuye a unir los distintos estratos de una historia multifacética.